Augusto Mijares
Elías Pino Iturrieta
Después de una prolongada influencia que data de la segunda mitad del siglo XIX, el positivismo languidece en los medios intelectuales de Venezuela, y especialmente en el campo de la historiografía, que había dominado sin rivales. En este proceso de renovación tiene un papel fundamental Augusto Mijares, autor nacido en 1897 y fallecido en 1979. De allí la trascendencia de un par de sus obras de juventud, La interpretación pesimista de la sociología hispanoamericana y Lo afirmativo venezolano, que establecen distancias con las explicaciones mecánicas y adocenadas en las cuales se formaba la juventud hasta entonces.

Mijares reacciona contra las teorías debido a las cuales se promovía la presencia de un “gendarme necesario” y gracias a las que se consideraba a la sociedad venezolana como incapaz para las faenas de la democracia. Inicia entonces una valoración de la sociedad civil, cuyos orígenes encuentra en el período colonial, y pone énfasis en el civismo del pueblo que habían desestimado investigadores anteriores. El entendimiento del país es otro, después de la circulación de esos textos. Continúa su empeño a través de otra bibliografía de trascendencia: Longitud y latitud, y La luz y el espejo, especialmente. Debido a la calidad del contenido de esta última obra, se le concede el Premio Nacional de Literatura en 1955. En El Libertador, famosa biografía de Simón Bolívar, trata de elaborar una versión equilibrada del tránsito del héroe, sin atender los llamados de la liturgia oficiada por quienes habían tratado el tema con anterioridad. El libro se convierte en una referencia ineludible de la historiografía contemporánea. También se ocupa de analizar la obra de Simón Rodríguez, Rafael María Baralt y José Rafael Revenga. Fue profesor-fundador de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela, catedrático del Instituto Pedagógico Nacional, Ministro de Educación y Embajador de Venezuela en España. Numerario de la Academia Nacional de la Historia (1947), de la Academia Nacional de Ciencias Políticas y Jurídicas (1960) y de la Academia Venezolana de la Lengua (1971), protagoniza prolíficas polémicas que trascienden al público y le conceden justa fama de ponderación. Considerado como uno de los ensayistas esenciales del siglo XX, sus ideas y sus formas de escritura han gozado de general estimación.