El esplendor territorial de la Venezuela irredenta: los mapas de Codazzi

Pedro Cunill Grau

La obra de Agustín Codazzi –autor del primer estudio geográfico y cartográfico sistemático en América del Sur– sorprende por su novedad y la integralidad de su enfoque, que revela las potencialidades del territorio venezolano en toda su grandeza. En su avanzada concepción coexisten armónicamente el necesario respeto a los asentamientos indígenas y la futura necesidad inmigratoria de la nación

 

La expresividad espacial de la nación venezolana quedó fijada en la Constitución de 1830, luego de su separación de la Gran Colombia y su restablecimiento como Estado soberano. Allí se estableció que el territorio de Venezuela comprendía todo lo que antes de la transformación política de 1810 se denominaba Capitanía General de Venezuela. Nuestro país tuvo el privilegio de que, sólo diez años más tarde, ello se expresara en soberbias piezas cartográficas y excepcionales contribuciones geográficas donde se representaba la magnitud del esplendor de sus suelos, aguas, poblamiento y recursos naturales. En efecto, la importancia de lo geográfico y de lo cartográfico en el ordenamiento territorial y en el desenvolvimiento económico del país como pivotes auxiliares de la política integracionista interna en los gobiernos de José Antonio Páez, se expresó

Antes de llegar a América, Agustín Codazzi, nacido en Lugo (Italia) en 1793, había pertenecido a los ejércitos de su país que combatieron a Napoleón Bonaparte y recorrido gran parte de Europa y Eurasia. Presidió la Comisión Corográfica encargada por la República de Venezuela entre 1830-1839, y más tarde la de la Nueva Granada, entre 1850 y 1859, año de su muerte. R. Torres Méndez. Agustín Codazzi. Original en Museo Nacional, Bogotá, Colombia.

en las colaboraciones básicas del geógrafo y militar de origen italiano Agustín Codazzi (1793-1859) en la alborada de la década de 1840, con el Mapa físico y político de la República de Venezuela, el Resumen de la Geografía de Venezuela y el Atlas físico y político de la República de Venezuela, editados en París en 1841.

Aquí se revelan, entre otros puntos importantes, la estructuración de su geografía física, las realidades de la accesibilidad y comunicación, la conformación de sus tipos de poblamiento urbano y rural, sus producciones y recursos silvestres, junto a las posibilidades geográficas de la nación venezolana a potenciales inmigrantes e inversionistas foráneos.

Simultáneamente, Agustín Codazzi, con el fin de divulgar la importancia de las variables geográficas en la educación elemental, publicó un Catecismo de Geografía de Venezuela, texto escolar para uso en las escuelas primarias en forma de preguntas y respuestas. Aquí se describen didácticamente los hechos geográficos físicos y políticos culminando con las potencialidades de recursos y realidades económicas de las trece provincias venezolanas, lo que posibilitaba la preparación de los niños en la toma de conciencia de las enormes posibilidades territoriales de sus sitios de enseñanza, junto a una primera aproximación a la integridad territorial de la República de Venezuela, que comenzaba a manifestarse en el plano mundial.

En estas contribuciones, Agustín Codazzi calcula la expresividad de la superficie del país en 35.951 leguas cuadradas, siendo dos veces más grande que Francia. Sin embargo, este cálculo, que equivale a 1.116.458 kilómetros cuadrados, era menor que la expresividad cartográfica que mostraba él mismo en su Mapa físico y político de la República de Venezuela, carta mural de seis y medio pies de largo por cuatro pies de ancho, y en los planos insertos en el Atlas bajo los títulos de “Mapa Físico de Venezuela dividida en hoyas hidrográficas”, “Mapa físico de Venezuela dividida en tres zonas” y en el “Mapa Político de la República de Venezuela en 1840”.Una atenta consulta a estas piezas permite advertir la extraordinaria magnitud de Venezuela, antes de sufrir pérdidas de superficies importantes en el Suroriente del país en la región del Esequibo, en el Suroccidente en las comarcas del Meta y Orinoquia occidental, en el Noroccidente en la península de la Guajira, y en reajustes australes en la frontera brasileña.

En este sentido, es necesario reiterar, como lo ha expuesto el historiador Manuel Donís, reputado especialista en temas de territorialidad, que si bien los mapas de Codazzi constituyen importantes documentos de consulta, ellos no son obligantes para señalar límites externos o internos de Venezuela.

Sin embargo, el aporte cartográfico de Codazzi posibilita una visión global geohistórica, esplendor territorial de la Venezuela irredenta, que cincuenta años más tarde, según el censo de 1891 era estimada de acuerdo con las técnicas de la época en 1.555.741 kilómetros cuadrados, lo que se representaba asimismo en el mapa que publicaba coetáneamente la Dirección de Estadística, superficie que retrocede por los laudos arbitrales de Madrid en 1891 y de París en 1899. La descarnada expresividad del repliegue del esplendor territorial de la Venezuela irredenta se desprende al comparar dicha cifra con los actuales parámetros de extensión territorial nacional.

Dimensión ética de la obra codazziana

Impresiona, entre otros aportes, el audaz tanteo cartográfico codazziano al señalarse la impronta territorial de la presencia administrativa venezolana en la provincia de Guayana, en particular del Cantón Upata, que hace llegar con exactitud hasta el río Esequibo, salvo un pequeño enclave al sur del río Moruca, limítrofe al Cantón Piacoa, donde señala la presencia histórica de establecimientos holandeses. Estas líneas trazadas por Codazzi tienen un valor ético muy superior a las expresadas por el explorador sajón Robert H. Schomburgk (1804-1865), al servicio del Gobierno británico, como lo explicitó José María de Rojas, Agente de Venezuela en el Tribunal de París el 4 de noviembre de 1898, al mantener que, comparados los dos hombres, el geógrafo y el agrimensor, aparece Codazzi como un gigante y Schomburgk como un pigmeo. De manera que el valor moral de la obra de Codazzi es sin duda superior al de la obra de Schomburgk. Inexplicablemente, la delegación nacional no aprovechó la larga experiencia en el terreno y la documentación cartográfica y geográfica legada por Codazzi, lo que contrastó con la utilización, desde 1841, por parte de Gran Bretaña, de las líneas tendenciosas del naturalista sajón.

Asimismo, la cartografía codazziana de la provincia de Guayana es sumamente expresiva en la parte correspondiente a la carta del cantón Río Negro al mapear la territorialidad venezolana al sur del Meta y al Occidente del eje fluvial Orinoco-Atabapo-Guainía-Río Negro, superficies perdidas ulteriormente en la Venezuela irredenta. Culmina este aporte en su mapeo de la provincia de Maracaibo, donde se expresa su avance territorial en la península de la Guajira hasta el cabo Chichibacoa, como también en la serranía de Perijá.

Agustín Codazzi volcó en su obra cartográfica conocimientos prácticos adquiridos en sus extensas salidas a terreno como geógrafo militar y en sus incursiones topográficas, donde recogió valiosas informaciones en campos, aldeas y ciudades, tanto de autoridades locales como de baqueanos y habitantes urbanos y rurales, recorriendo gran parte del dilatado territorio venezolano durante su labor directriz de la Comisión Corográfica (1830-1841), que puso a su cargo el gobierno de Venezuela, encargada de levantar cartas de las provincias del país y el gran mapa nacional, así como de investigar el estado general de las riquezas naturales y actividades agropecuarias, forestales, pesqueras, mineras, manufactureras y otras, con el fin de lograr el conocimiento detallado y el aprovechamiento económico del territorio, lo que demostró en 1993 el académico José Rafael Lovera en su investigación sobre Geografía política en la naciente Venezuela: Codazzi y la Comisión Corográfica, 1830-1841.

El legado de Codazzi

La múltiple obra de Agustín Codazzi, muy bien valorada por sus coetáneos en Francia, Italia, Prusia, España y Gran Bretaña, fue el primer estudio geográfico y cartográfico sistemático a escala nacional en América del Sur, revelando las realidades y potencialidades territoriales de la nación venezolana. Antecedió a esfuerzos que se materializarían más tarde en Colombia, Perú, Chile y otras naciones que intentaban difundir su conocimiento en el universo euroamericano. El catedrático Juan José Pérez Rancel, en su investigación Agustín Codazzi: Italia y la construcción del Nuevo Mundo (2002) y en la biografía Agustín Codazzi (2006), ha desarrollado con toda precisión su extraordinario aporte.

La labor del levantamiento cartográfico codazziano, auxiliado por asistentes formados en la Academia de Matemáticas de Caracas en la elaboración de sus planos, posibilitó una información exhaustiva en aquellos años de distancias de las cabeceras de cantón entre sí, a la capital de sus provincias respectivas y a la capital de la República, como también de la extensión territorial de cada provincia en leguas cuadradas, con señalamiento de la población absoluta y relativa de las mismas, en tablas sinópticas y comparativas que constituyen las primeras estimaciones con cierta confiabilidad para su época según los métodos vigentes. Era imposible una mayor precisión cartográfica en territorios poco conocidos e incluso inexplorados.

En este contexto se puede apreciar no sólo la magnitud de la Venezuela consolidada, sino también de la Venezuela irredenta hacia 1840. Es una extraordinaria visión de su esplendor territorial, que se complementa con invalorables datos que va anotando Codazzi en las correspondientes descripciones geográficas, donde señala las extraordinarias opciones de la movilización de sus recursos. En una óptica sumamente avanzada para la época mantiene descripciones de materiales vegetales, animales, minerales y otros, con amplios rasgos de geografía aplicada en capítulos audaces, como los que versan sobre las plantas que sirven de base a la agricultura venezolana aplicables al consumo interno y a la exportación, a las maderas preciosas y de construcción, a los tintes y fibras para cordelería y tejidos, como también a las plantas que sirven para alimento a humanos y animales, vegetales silvestres beneficiosos por sus gomas, aceites, especias, resinas y aplicables para curtimientos y usos medicinales.

Su visión se enriquece cuando, bajo el rubro de geografía política, expone sucintamente las realidades demográficas y los problemas de la subocupación territorial en espacios vacíos, demandando la puesta en marcha de masivos avances inmigratorios, siempre mostrando respeto y entendimiento de los modos de vida de los indígenas. Más aún, en sus sobrias descripciones provinciales proporciona útiles materiales para la comprensión global del esplendor territorial de la Venezuela profunda, parte significativa de la cual se perdería a finales del mismo siglo XIX.