Entrevista a José Antonio Páez “Cuando entro en la Batalla no me acuerdo ni de mí mismo”

En 1871 el colombiano Teodoro Valenzuela entrevistó a JoséAntonio Páez en Nueva York, pero la entrevista no vio luz pública hasta el año 1890, cuando Antonio Narváez, hombre de letras colombiano, conoció de su existencia y la publicó en la prensa bogotana. La versión que aquí publicamos forma parte de un álbum que perteneció a don Manuel Vicente Rodríguez Llamozas, bisnieto del general Páez, que reposa en el archivo de la Fundación John Boulton. Lamentablemente el texto no indica el nombre del periódico. Lo publicamos por su importancia histórica.

 

  • ¿Bolívar era personalmente valiente?

Sí era muy guapo; no era más que se presentara el enemigo, sacaba su sable –Bolívar nunca usó espada y entraba adelante como el mejor. Pero no era militar –agregó– no pensaba sino en batirse y batirse, y por eso muchas veces me perdió la tropa que yo había organizado.

  • ¿Cómo se explica, general, le dije una vez, que Bolívar, que no era sino un “coronelito” de milicias de Caracas, débil de cuerpo y tan joven, los dominó a ustedes, y sobre todo a los llaneros, rudos y casi salvajes?

¡Mi doctor –contestó– porque el Libertador era muy grande!

José Antonio Páez tuvo una estrecha relación con la ciudad de Nueva York. Allí publicó en 1869 sus memorias tituladas Autobiografía del general José Antonio Páez, cuatro años antes de morir en la misma ciudad. Hoffmann. Entrada del general Páez en Nueva York, 1850. Fundación John Boulton.

“En Carabobo me temblaban las piernas”

  • ¿Es cierto, general, que los valientes como usted no tienen miedo en las batallas?

¡Ah, mi doctor! Si usted hubiera oído el traqueteo que yo hacía con los estribos en Carabobo.

  • ¿Cómo es eso, general?

Pues el ruido de los estribos con las espuelas, porque me temblaban las piernas. Pero –agregó– eso era al principio, porque después no se sentía nada y a lo que entraba al combate no me volvía a acordar ni de mí mismo.

Aniquiló más de cuarenta en Queseras del Medio

  • ¿Cuántos enemigos llegaría usted a poner fuera de combate en una batalla? Le pregunté otro día.

¡Eso es muy difícil saberlo!

Pero así por cálculo, más de cuarenta o cuarenta y tres en las Queseras del Medio.

  • ¡Cómo, general, ¿usted llegó a matar a cuarenta y tres hombres en un solo combate?

No precisamente matar; no se necesita matar, basta “mojar” para que un hombre quede inútil.

  • ¿Cómo es eso de “mojar”?

Doctor, usted comprende que cuando un hombre tiene adentro dos dedos de lanza, los nervios hacen lo demás y el hombre está perdido.

En eso consiste –agregó– el juego de lanza y al que no la maneja así, se expone a quedar desarmado.